En Clases
Era de noche, una noche común para algunos pero no tan común para nuestro personaje. Entró en un bar de esos que dan mala espina. Era uno de esos bares que pueden olerse desde cada esquina de la calles alrededor, con un tufo a cigarro con alcohol y a olor cítrico proveniente de los baños. De ambiente oscuro donde flota el humo y donde toda iluminación se reduce a unos cuantos bombillos que titilan por estar mal colocados. Los rostros de los clientes del bar se desdibujan entre el humo y la oscuridad y solo los ojos brillantes como ascuas dirigen su mirada al sujeto que acababa de entrar…
El joven se sentó en una de las butacas y le hizo frente al bar tender. Comenzó su noche con una jarra de cerveza sin causarle ningún efecto, solo un gas silencioso de esos que te sube hasta la garganta. Fue por su segundo y tercer trago. En una copa esbelta, alargada, le sirvieron vino tinto. En otra copa parecida le sirvieron vino blanco. Para este momento ya le costaba articular las palabras en forma correcta y al enfocar la vista todo parecía moverse y desdoblarse. El sujeto alzo su mano temblorosa e hizo una señal con el dedo. Le pidió al bar tender que lo sorprendiera con un trago que jamás hubiera probado. El cantinero saco del fondo del estante una botella alargada que irradiaba un brillo verde. Le sirvió una copita de un líquido verdoso. El sujeto agarro la copa y se la tomo de un trago…
Al día siguiente despertó en un lugar que jamás había visto. Estaba recostado sobre una pared de ladrillos deteriorada que se alargaba de izquierda a derecha hasta el infinito. Trato de recordar cómo había llegado hasta ahí pero no consiguió explicación alguna. Solo obtenía flashes de recuerdos poco fuertes. El único recuerdo que venía a su memoria era como si hubiera estado en un lugar muy parecido a una estación de metro. Supuso que ese fue su medio para haber llegado hasta donde estaba.
1 comentario:
reescríbelo, con la misma intención, pero en 4 líneas.
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