Yo, Carlos Arandia, estoy aquí en una de las céntricas esquinas de Buenos Aires observando lo que ocurre a mí alrededor. Esta es la segunda semana que paso en Argentina y todavía no puedo creer que esté aquí. Dudo de la realidad y pienso que estoy soñando. Dude más cuando vi en la calle opuesta a la mía una pareja muy peculiar. Eran mayores. Estaban semidesnudos. Su vestimenta era de sadomasoquista. Se podía ver lo aguada que estaban sus carnes, un buen trabajo de la gravedad y del tiempo. La pareja de viejos que parecía que acababan de salir de un cuadro de Salvador Dalí. Uno de ellos alzo su brazo y pude apreciar cómo le colgaba el pellejo. Con este gesto paró un taxista, este parecía ser uno de los integrantes de KISS. El taxi se detuvo. El taxista en vez de darles las buenas tardes le dio un grito y les saco la lengua. La pareja ni se inmutó. El taxista arranco sin ver y el carro chocó violentamente. Cuando el taxista y la pareja se pudieron darse cuenta observaron que el taxi había chocado un enorme elefante, muy elegante él, con diez ojos. En ese preciso momento ciento que algo frio y húmedo recorre mi pómulo. Es una lágrima. Una lagrima producto del terrible accidente.
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2 comentarios:
jajajajajajajajaajajaj.
pobree!
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